Alex (Alexandra) es literalmente una ciudadana del mundo. En este momento es mi jefa, pero la conocí meses después que llegue a Colombia porque cuando empecé a trabajar en Proximity ella se había ido unos cuantos meses a viajar por el mundo con su esposo. Alex es vegetariana, tiene un perrito (perrote) muy lindo que se llama Mono (y que una vez nos visitó en la oficina), un blog donde recomienda comidas vegetarianas en restaurantes no vegetarianos, tiene un esposo que es igual de aventurero que ella... y además conoce los 5 continentes! (Y no se puede quedar quieta mucho rato. en estos días se va en un viaje delicioso por el viejo continente).
Cuando me propuso que quería hacer un post de invitada para el blog con su ciudad favorita de cada continente me emocioné, pero debo confesar que apenas lo leí me deprimí un poco, primero porque estaba en la oficina donde como dice Guille una luz fluorescente substituye al sol y porque sentí que hay demasiadas ciudades maravillosas en el mundo y yo no conozco ni el 1%.
Todos los días pienso en viajar. En serio, todos los días.
Bueno, realmente no sólo pienso, hago algo concreto relacionado con viajar,
siempre tengo un proyecto permanente relacionado con los viajes que haré en un
mes, el próximo año o en cinco. No es extraño que tenga abierto un buscador de
tiquetes o que esté leyendo sobre los requisitos de la visa a Bután. Y aunque mis destinos preferidos están
relacionados con el aire libre, la naturaleza y los animales, estas son mis 5
ciudades tributo, una en cada continente:
Llegué a Bilbao el 1 de marzo de 1999. Era el día de mi cumpleaños. Era la primera
vez que viajaba sola. Era la primera vez que salía del país. Tenía tanto miedo
de conocer el mundo que no logré dormir una sola hora del vuelo entre Medellín
y Madrid. La ciudad me recibió con el cielo gris que no cambió en los meses en
que viví en Ciudad Jardín Número 20 mientras hacía una pasantía en la
Universidad del País Vasco.
Bilbao fue la primera ciudad en la que viví por fuera de
Medellín, así es que mi recuerdo está sesgado por todo lo que significó como
experiencia. No puedo olvidar lo
imponente que me pareció el museo Guggenheim la primera vez que lo vi, ni lo
mucho que me emocioné cada vez que lo recorrí por dentro y por fuera. Me intrigaba caminar por el Casco Viejo en el
día, perderme en sus tiendas estrechas y pequeñas, salir de tapas en la noche y
ver cómo todo lucía tan diferente, como si fueran las calles de otra ciudad.
Sin embargo lo que más me encantaba de Bilbao era descubrir
que para mí era igual a Medellín. Un río
que cruza un pequeño valle rodeado de montañas.
Personas amables con apellidos “antioqueños” como Echeverri o Aristizábal a quienes les gustaba comer
fríjoles con chorizo. Una ciudad industrial que se convertía en una ciudad de
servicios dejando atrás su historia de violencia y odio. Un metro recién
inaugurado y moderno.
Bilbao seguramente
no está en la lista de ciudades favoritas de muchas personas, pero para mí que
la viví intensamente, indudablemente lo es.
Mi recomendado: asistir a algún evento que evoque la cultura vasca y el
Euskera, como por ejemplo la Korrika.
Bariloche – Argentina [América]
Visité Bariloche por primera vez en marzo del 2002 con mi esposo
(quien en ese entonces era mi novio). Apenas
comenzaba mi vida laboral, no teníamos mucho dinero, él no tenía trabajo y
llevábamos ya un mes de viaje entre Chile y Argentina. Fuimos muy afortunados, había acabado de
estallar la crisis económica y cuando llegamos todo valía la mitad de lo que
habíamos presupuestado. Bariloche era
una postal eterna: las construcciones de
piedra, las montañas con sus puntas nevadas, el lago Nahuel Huapi… y como si
fuera poco: los chocolates, los chocolates y por supuesto ¡los chocolates!
Aunque en esa primera oportunidad el plan estuvo muy
outdoor: acampamos en el Cerro Tronador completamente rodeados (inclusive
cubiertos) por nieve e hicimos una caminata hermosa en Puerto Alegre, amamos a Bariloche
a tal punto que prometimos pasar nuestros últimos años de vida en esta
ciudad.
Regresé un año después con una
gran amiga y la experiencia fue completamente distinta, probamos las delicias
locales como el fondue y el venado (en ese entonces no era vegetariana),
comimos chocolates todo el día, hicimos picnic en los parques, subimos al cerro
catedral y caminamos las calles de esquina a esquina.
Bariloche es una ciudad para perderse del mundo. Aún hoy pienso que es la ciudad perfecta para
vivir tranquilamente. Mi gran recomendado:
el restaurante La Marmite.
Ciudad del Cabo – Sudáfrica [Africa]
En el 2011, sin soportar la necesidad de recorrer el mundo,
mi esposo y yo hicimos un viaje de 7 meses por Africa, Asia y Oceanía. Ciudad del Cabo fue nuestro primer destino y
definitivamente la mejor manera de iniciar una aclimatación africana.
Contrario a todos los pronósticos, lo que
encontramos fue una ciudad limpia, organizada, rodeada de viñedos, de playas, de
un mar apto para sufear, de montañas con caminatas increíbles, de historia, de
ritmos africanos, de gastronomía internacional, de personas que a pesar de
hablar un inglés casi imposible de entender (entre inglés y holandés) siempre
fueron amables con nosotros. Aún así, una ciudad también con pobreza en la que
con la caída del sol nos sentimos vulnerables y atemorizados.
Allí empezamos a entender la historia de la segregación, el
apartheid y Mandela. Descubrimos nuestro
propio racismo, del que no éramos conscientes, reflejado en nuestra paranoia
continua al estar rodeados de tantas personas de raza negra, racismo que fue
desapareciendo a medida que nos internamos más en el continente y llegamos a
lugares en los que durante días no había pasado ningún turista.
Ciudad del Cabo es la ciudad globalizada por
excelencia. Una ciudad en la que
recomiendo pasar un rato tranquilo en la playa de Camps Bay, admirando los 12
apóstoles, dejándose tentar por el mar o simplemente viendo el atardecer.
Llegamos a Lhasa después de atravesar el desierto tibetano
en tren, procedentes de China. Aunque en
principio no era un destino importante y sólo era el inicio del cruce de los
Himalaya hacia Nepal (con parada en el monte Everest), la realidad que
encontramos fue sorprendente para nosotros: un pueblo que lucha por mantener viva
su cultura mientras que la invasión China (hoy en día perpetuada a través del
comercio y la globalización) se come lentamente todo lo que es significativo
para ellos.
En Lhasa es absolutamente impactante la manera en que los
tibetanos viven su religión, como su única expresión de rebeldía. La espiritualidad es constante, permanente e
intensa. La pasión por sus costumbres es completamente sobrecogedora. Las
construcciones tradicionales buscan reivindicar su lugar entre los nuevos
edificios chinos, imponiendo su arquitectura única de paredes inclinadas y
ventanas con marcos negros que buscan imitar el Potala Palace, el palacio de
las 1,000 habitaciones, la casa de invierno del Dalai Lama.
Lhasa es una ciudad para dejarse contagiar por su
espiritualidad, mi recomendación es visitar los templos pequeños donde se
pueden sentir aún más las tradiciones autóctonas, como el Tsemonling temple.
Melbourne – Australia [Oceanía]
Terminamos nuestros 7 meses de viaje en Australia donde nos
encontramos con la familia de mi esposo en Melbourne. Aunque es una ciudad con todos los grandes
atractivos de las grandes metrópolis del mundo (enormes centros comerciales,
infinita cantidad de restaurantes para elegir, una arraigada cultura de tributo
al café, edificios modernos y un sistema de transporte organizado y eficiente)
lo que me cautivó de la ciudad fue su gran cantidad de verde, de espacios para disfrutar
al aire libre en medio de la selva de concreto.
Es todo un placer recorrer la alameda del río Yarra y
comerse un helado en el Café Baci, hacer un picnic el Parque Albert, asombrarse
por la diversidad de plantas en el Jardín Botánico, recorrer Saint Kilda y allí
ver a los pingüinos regresar al puerto al atardecer. También es una ciudad con un sistema público
de bicicletas y en la que es común ver a muchas personas corriendo en la playa
a diferentes horas del día, todo esto en un lugar en el que han sabido
balancear los espacios de una manera armoniosa.
Melbourne es una ciudad que es un placer vivirla. Quienes la visiten no deben perderse alguno
de los “bares” de chocolate, como el Lindt Chocolat Café en Collins Street.
*Todas las fotos son de Alex, menos las de Bilbao que son de Google Street View (nota de Alex: algo que he hecho algunas veces es "re-visitar" una ciudad usando esta forma de verla :)) y las de Bariloche que son de Internet.